martes, 31 de julio de 2012
miércoles, 25 de julio de 2012
martes, 24 de julio de 2012
Los activos seguros, una burbuja que algún día estallara.
La crisis de deuda que está viviendo la zona
ya se ha llevado por delante en forma de quita a Grecia y en forma de rescate a
Irlanda y Portugal. Ahora son Italia y especialmente España las que podrían
seguir el camino de las anteriores. Todo ello ha tenido como consecuencia que
los tipos de interés de la deuda pública de los países con problemas se hayan
disparado por la presión que ponían los inversores a la hora de prestar dinero
a estos países por el miedo a que dichos importes no fueran devueltos en todo o
en parte.
Sin embargo la moneda tiene un reverso. Los
inversores con mayor aversión al riesgo han optado por vender la totalidad de
sus posiciones en este tipo de activos para dirigirse a productos de mayor
seguridad. Esta “huida hacia la calidad”, no ha sido únicamente de inversores
individuales, sino que muchos institucionales se han visto obligados por sus
reglamentos de inversión a abandonar activos que han perdido su condición de
máxima seguridad (AAA en la calificación crediticia de las agencias de rating)
y cambiarlos por los de los países que todavía mantienen la mejor calificación.
El efecto ha sido que una serie de países que
tienen unas finanzas más saneadas han visto como la continúa entrada de nuevo
dinero ha llevado la rentabilidad de sus bonos (por ejemplo la de la referencia
a diez años) a mínimos históricos, o que incluso se estén financiando en las
subastas de deuda a tipos negativos.
Rentabilidad
del bono alemán a diez años.
Lo que sí que parece claro es que se ha
generado una burbuja especulativa que no tiene sentido financiero.
Tipos a diez
años al 1,60% en Holanda, al 1,41% en Finlandia, al 1,20% en Suecia, al 1,18%
en Alemania, o al 0,5% en Suiza cuando históricamente se han situado en el
entorno del 3% o por encima, no son sostenibles. Alguien presta su dinero para
obtener un beneficio económico por ello. Si lo hace únicamente para que se lo
devuelvan o incluso paga por prestarlo (como ocurre ahora mismo en Suiza y Alemania
en plazos inferiores a dos años) por mucho miedo que tenga a la situación
actual, no está bien asesorado.
Por un lado existen muchísimas emisiones de
renta fija con el máximo grado de inversión con una rentabilidad muy superior.
También existen otras emisiones, de menor calificación, pero sin mucho riesgo
que podrían ser buenas oportunidades de inversión (no olvidemos que las
suspensiones de pagos, tanto de países como de corporaciones son irrelevantes
si las comparamos con las que pagan religiosamente). Por último, como decíamos,
nos encontramos ante una burbuja. Cuando la situación económica y financiera se
tranquilice, o haya una intervención coordinada de gobiernos y bancos
centrales, nos vamos a encontrar que la deuda pública de estos países va a valer
mucho menos de lo que vale ahora, con lo que apostar por la seguridad puede
llevar aparejado unas minusvalías importantes si no se espera a vencimiento y
se trata de cambiar la deuda pública de países seguros por otros activos más
rentables.
miércoles, 18 de julio de 2012
¿Fin del efecto retrovisor?
En
el mundo de los fondos de inversión se conoce como efecto retrovisor el hecho
de que los partícipes tomen sus decisiones de cambio de un fondo a otro en
función principalmente de la rentabilidad obtenido por el producto de destino
en los meses anteriores. Suele ocurrir que a principios de año es cuando más
traspasos de fondos se producen y que las categorías que más captan son las más
rentables en el año anterior.
Este
comportamiento no siempre resulta muy lógico, porque las circunstancias que han
motivado un buen rendimiento de un grupo de productos no tienen porqué
mantenerse en el tiempo. Es más, por ejemplo, el hecho de que un fondo de renta
variable indonesia se haya revalorizado un 100% en el último año no es garantía
de que se vuelva a producir en el futuro, sino que más bien se entra en un
producto con un potencial de revalorización en el que ya se ha perdido un 100%.
Precisamente por ello, todas las gestoras añaden en su propaganda, por
recomendación de la CNMV, la famosa coletilla “rentabilidades pasadas no presuponen
rentabilidades futuras”, para que no sea el rendimiento de un fondo la
principal razón a la hora de suscribirlo.
Igualmente
tampoco conviene darle la vuelta al argumento y apostar por el producto con el
peor comportamiento pasado. Si bien sí es cierto, que en ocasiones la pérdida
de valor de un grupo puede ser indicativo de que se encuentra barato (por
ejemplo, la corrección de los fondos de renta fija corporativa en 2008 supuso
una oportunidad histórica de inversión por el gran incremento que se había
producido en los diferenciales de crédito), en otras no indica más que ese
grupo sigue en con problemas. Así, no creemos que ahora mismo invertir en un
fondo europeo del sector financiero vaya a ofrecer una rentabilidad
espectacular, a pesar de lo deprimidas que estén las cotizaciones de los bancos
en los últimos años.
Pues
bien, comenzábamos diciendo que si no estaríamos ante el fin del efecto
retrovisor, porque nos encontramos con que, si analizamos los datos de Inverco,
en este primer semestre, no existe mucha relación entre la rentabilidad en lo
que va de año y las suscripciones o reembolsos netos por grupos de fondos. Así
grupos muy rentables, como renta variable norteamericana apenas registran
ingresos, o incluso pierden patrimonio, como renta variable internacional. Y
por el contrario, grupos con considerables aportaciones netas, como fondos
globales, renta fija a largo plazo o de inversión libre, tienen rentabilidades
medias por debajo del 1% o incluso significativamente negativas como el caso de
los fondos de gestión pasiva.
Entonces,
¿qué es lo que está pasando con el inversor español? ¿Está empezando a tomar
decisiones de inversión atendiendo a las expectativas de rentabilidad futura? ¿Se
está notando una mayor cultura financiera o un mayor y mejor asesoramiento
financiero al capitalista popular? Mucho nos tememos que no está pasando nada
de esto, y lo que subyace, una vez más, detrás de estos datos es la estrategia
comercial de los grupos bancarios.
Por
un lado se ha reducido en gran medida el patrimonio gestionado por los fondos
de inversión en España de la mano de los bancos, que han trasladado dinero en
fondos a depósitos porque necesitaban mejorar sus balances. Y por otro lado
porque han optado por traspasar parte del dinero en estos productos a fondos
garantizados, el auténtico grupo ganador de este semestre. Se trata de unos
activos que permiten tener el dinero “cautivo” durante varios años y que
resultan muy rentables para el sector bancario, con una importante comisión de
gestión, mientras que la gestión es totalmente pasiva.
Esperemos
que en el futuro, este análisis que se hace de la evolución del patrimonio de
los fondos de inversión en España pueda resultar más satisfactorio porque no sean
los grupos bancarios los que decidan como varía éste en función de sus
necesidades, sino que sean los propios partícipes los que incidan mediante sus
decisiones de inversión, bien por un aumento de la cultura financiera del país
o bien porque sea importante la figura del asesor financiero independiente, que
orienta al inversor en función de sus necesidades y no en función de las
necesidades de la empresa para la que trabaja.
martes, 17 de julio de 2012
Hay quien puede recuperar el dinero de sus preferentes
Recientemente
han salido sendas sentencias en las que se obliga a Bankia y a Novagalicia
Banco a indemnizar a dos clientes por la pérdida ocasionadas al invertir en
obligaciones preferentes de Caixa Layetana y Caixa Galicia respectivamente en
2008, ante las demandas interpuestas por no haber explicado convenientemente la
naturaleza y características del producto que iban a comprar, ya que de haberlo
sabido nunca hubieran invertido en ellas.
Estas
sentencias, y es previsible que otras que puedan salir en el futuro, abren la puerta
a que afectados por la pérdida de valor en inversiones en preferentes puedan
resarcirse en todo o en parte de sus pérdidas. Sin embargo no todo resulta tan
sencillo. En primer lugar, hay que acudir a juicio, y no todos los afectados
tienen un conocimiento suficiente de la situación procesal española para saber
como y ante quien tiene que interponer la demanda, que recursos se pueden
interponer, que gastos conllevan y quien tiene que hacerse cargo de las costas
del juicio. Hay que analizarlo todo con mucho detalle, porque podría ocurrir
que la indemnización líquida a percibir, sobre todo si fuese en segunda
instancia, una vez descontados los costes de representación jurídica y judiciales,
no compensase meterse en pleitos.
Tampoco
conviene perder de vista que a pesar de que hasta el momento han salido
sentencias favorables, se coge cada caso individualmente, porque hay que probar
que el banco vendió el producto a sabiendas de que no era adecuado para el
cliente por su perfil inversor. Es sobre el demandante sobre el que pesa la
carga de la prueba, y no siempre va a ser fácil conseguirlo, entre otras cosas
porque tiene un contrato firmado con la entidad en el que dice que entiende y
acepta invertir en dicho producto.
Independientemente
de la resolución judicial que finalmente suceda, el caso de las preferentes ha
supuesto la ruptura de la relación de confianza que históricamente mantenían
los inversores españoles con su entidad financiera. Una confianza en muchos
casos de “toda la vida” en la que los clientes siempre han considerado que el
banco era un amigo que estaba allí para satisfacer de la mejor manera posible
sus necesidades de inversión, y no un vendedor de productos que tiene unos
objetivos comerciales que lograr, sin que para ello importe si estos son
adecuados para el cliente. También se ha puesto de manifiesto que en España ha
fracasado estrepitosamente el organismo supervisor correspondiente y que en el
sector bancario la adaptación de la directiva MIFID sobre inversión en
productos financieros deja mucho que desear.
La
conclusión que hay que sacar de este desagradable episodio es que no siempre
nos vamos a poder fiar de las recomendaciones de inversión que nos haga nuestro
banco, más preocupado de conseguir los objetivos de venta del producto
financiero del momento que de atender las necesidades reales del inversor.
Sería conveniente que todo el que pudiese, acudiese a un asesor financiero
independiente que le diese una segunda opinión, atendiendo principalmente a la
edad, conocimientos financieros y perfil inversor del cliente, antes que a
cualquier otro criterio de seguridad o rentabilidad.
jueves, 12 de julio de 2012
Resultados empresariales, lo que realmente importa.
Esta
semana da comienzo la temporada de presentación de resultados corporativos para
el segundo semestre del año, que como es tradicional, inaugura la acerera Alcoa
en Estados Unidos y Banesto en España. En estos tiempos tan convulsos que
estamos viviendo para los mercados financieros, en los que prácticamente todos
los días los telediarios abren con la evolución de la prima de riesgo y la
subida o desplome de los índices bursátiles, conviene que echemos un vistazo al
principal indicador que nos puede adelantar como debe evolucionar la
rentabilidad de nuestras inversiones: los resultados empresariales.
Efectivamente,
cuatro veces al año las compañías cotizadas están obligadas a hacer públicas
ante el organismo correspondiente (en España es la CNMV) la evolución de sus
cuentas, en un periodo que no puede exceder de los dos meses y medio desde el
cierre del trimestre. El objetivo es que el inversor pueda evaluar regularmente
como está siendo la marcha de la compañía
y que previsiones manejan los gestores de la misma para el futuro más
inmediato.
Hay
una serie de indicadores muy seguidos para poder evaluar la buena o mala salud
de una empresa, como son el beneficio neto, las ventas totales, el margen
bruto, el EBITDA (beneficio antes de amortizaciones, intereses e impuestos)…
aunque también interesa la comparativa con lo acontecido un año antes o en el
trimestre anterior. De esta forma se consigue “desestacionar” los resultados,
ya que hay compañías muy cíclicas, que en determinados periodos del año dan
siempre pérdidas, mientras que los beneficios se centran en unos meses
determinados. Sin embargo lo más jugoso es la “conference call” o
teleconferencia en la que los principales directivos de la compañía, además de
presentar a grandes rasgos los resultados corporativos, responden a las
preguntas que analistas financieros o periodistas económicos les puedan
plantear.
A la
hora de tomar nuestras decisiones de inversión no está de más que nos olvidemos
del ruido de fondo macroeconómico que últimamente está acaparando toda la
información y bajemos al detalle de compañías en concreto. Las buenas
oportunidades se suelen encontrar cuando se producen bajadas generalizadas en
las cotizaciones o subidas en los tipos en renta fija de compañías por estar
encuadradas en un índice bursátil, un área geográfica o un sector determinado.
Lo recomendable es buscar compañías sólidas, que generen mucho flujo de caja
libre, que sean líderes en su sector y que tengan un endeudamiento controlado.
La
época de presentación de resultados es el momento adecuado para variar la
composición de nuestra cartera porque nos va a permitir confirmar que hemos
acertado en la elección de las acciones o ver en donde no se confirman nuestras
expectativas y cuales son las nuevas oportunidades de inversión. No olvidemos
que siempre se invierte en compañías (aunque lo hagamos a través de índices) y
los resultados de estas son lo que más va a influir en su correcta valoración,
por encima de coyunturas económicas o tendencias de mercado.
miércoles, 11 de julio de 2012
Vivimos una crisis de deuda
Sin duda estamos asistiendo a la crisis más
importante que golpea a Europa y a Estados Unidos desde la Gran Depresión del
29. Cuando empezó hace ya algunos años los políticos presintieron la gravedad y
actuaron tirando de manual y aplicando en esta ocasión políticas keynesianas,
que fueron las que se utilizaron en aquella ocasión para tratar de estimular la
economía. Pero esta crisis no está siendo diferente de otras en su origen y su
evolución y si se está enquistando es por la existencia de una entidad
jurídica, la Unión Europea, y una moneda, el euro, que restringe las
posibilidades de política económica y la soberanía de los países europeos a la
hora de llevarlas a cabo.
Como decíamos, la génesis de la crisis ha
sido la habitual: Se crea una burbuja, que en un momento determinado explota,
afectando a determinadas inversiones que no han sido correctas y que pueden
depurarse. Esto se va a traducir en que el sector financiero puede tener
mayores dificultades porque muchos de los créditos que habían inflado la
burbuja resultarán impagados. También repercutirá en el sector público vía
menores ingresos y mayores gastos sociales, aumentando el déficit público si no
se toman medidas al respecto.
En esta ocasión el origen ha estado en las ya
famosas hipotecas “subprime” que en Estados Unidos comenzaron a concederse por
una iniciativa legislativa. Gracias a eso (y al dinero barato que propiciaba la
FED vía tipos de interés) se incrementó en gran medida el precio de las casas.
Los bancos norteamericanos eran conscientes del riesgo que corrían, por ello
decidieron vender en el mercado de la inversión sus malas hipotecas juntándolas
con otras de primer nivel. Para hacerlo más atractivo consiguieron que las
agencias de rating otorgasen a estos productos financieros su máxima
calificación crediticia. De esta forma consiguieron venderlas por todo el
mundo. Cuando la burbuja estalló y muchos propietarios no pudieron hacer frente
a sus hipotecas, el castillo de naipes se derrumbó y muchas entidades
financieras se encontraron con lo que eufemísticamente se llamó “activos
tóxicos”; esto es, activos comprados a un precio muy inflado que a precios de
mercado actual representaban una pérdida muy importante. En Estados Unidos más
de una veintena de bancos, con Lehman Brothers a la cabeza, quebraron, otros
fueron intervenidos por el Gobierno y para otros se facilitó que bancos sanos
se hicieran cargo de ellos. En Europa los gobiernos optaron por ayudar
directamente a los bancos en problemas.
Sin embargo no fue esta la única decisión que
llevaron a cabo los políticos. Éstos, ante el miedo que cundía en la población,
que veían como se desplomaban los mercados financieros y comenzaban a salir los
primeros datos macroeconómicos que hablaban de recesión y ante una ciudadanía
que veía que no había nadie que tomase las riendas, decidieron adoptar
políticas de estímulo de la demanda vía gasto público. En Estados Unidos, con
una economía más grande y con el dólar pudiendo depreciarse han conseguido
evitar una larga recesión.
En Europa las circunstancias han sido
distintas y los Gobiernos no han empezado a tomar decisiones acertadas hasta
que la realidad del mercado les ha obligado. El aumento del gasto público y del
déficit público en una situación de bajo crecimiento o incluso de recesión aumenta el riesgo de impago de la
deuda, lo que se traduce en el aumento del tipo de interés al que hay que pagar
los intereses, y si la situación no se encauza puede terminar en una suspensión
de pagos. En los países de la zona euro el entramado institucional y la
imposibilidad de depreciar la moneda ha propiciado que los problemas de un país
o de sus bancos sean los de todos, ya que los bancos son impelidos por los
estados a comprar deuda pública y una quita o una suspensión de pagos de un
país miembro afectaría a los bancos de otros, que podrían necesitar la
intervención de sus respectivos gobiernos para que no quebrasen, y esa
intervención podría llevar a que dicho país necesitase ser rescatado.
Como vemos, pues, se trata de una crisis de
deuda y la solución tiene que ser ortodoxa: reducir el déficit público para que
resulte más barata la financiación de cada país, y dentro de cada uno la de las
empresas, que a fin de cuentas son las que generan innovación, puestos de
trabajo y riqueza para las naciones. No se puede combatir una crisis de deuda
generando más deuda. También hay otra solución que puede ayudar a mejorar la
situación, y es el saneamiento del sistema financiero. En ninguna constitución
de ningún país europeo está escrito que un banco no pueda quebrar. Tampoco
ningún partido político ha llevado nunca esa propuesta en su programa político.
Lo que se debería haber hecho, y quizás todavía se esté a tiempo, es dejar
quebrar bancos que no sea viables de forma alguna, y de los que tengan
problemas, convertir a los acreedores (bonistas) en accionistas. De esta forma
los bancos ampliarían capital para cumplir con sus necesidades de capital, y de
otra, las malas inversiones de particulares (los poseedores de deuda de los
bancos con problemas) las afrontarían ellos solos, y no entre todos los
nacionales de un país. Esta medida disminuiría la deuda pública en circulación
de un país, facilitaría la financiación y aumentaría la credibilidad del país.
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