En
el mundo de los fondos de inversión se conoce como efecto retrovisor el hecho
de que los partícipes tomen sus decisiones de cambio de un fondo a otro en
función principalmente de la rentabilidad obtenido por el producto de destino
en los meses anteriores. Suele ocurrir que a principios de año es cuando más
traspasos de fondos se producen y que las categorías que más captan son las más
rentables en el año anterior.
Este
comportamiento no siempre resulta muy lógico, porque las circunstancias que han
motivado un buen rendimiento de un grupo de productos no tienen porqué
mantenerse en el tiempo. Es más, por ejemplo, el hecho de que un fondo de renta
variable indonesia se haya revalorizado un 100% en el último año no es garantía
de que se vuelva a producir en el futuro, sino que más bien se entra en un
producto con un potencial de revalorización en el que ya se ha perdido un 100%.
Precisamente por ello, todas las gestoras añaden en su propaganda, por
recomendación de la CNMV, la famosa coletilla “rentabilidades pasadas no presuponen
rentabilidades futuras”, para que no sea el rendimiento de un fondo la
principal razón a la hora de suscribirlo.
Igualmente
tampoco conviene darle la vuelta al argumento y apostar por el producto con el
peor comportamiento pasado. Si bien sí es cierto, que en ocasiones la pérdida
de valor de un grupo puede ser indicativo de que se encuentra barato (por
ejemplo, la corrección de los fondos de renta fija corporativa en 2008 supuso
una oportunidad histórica de inversión por el gran incremento que se había
producido en los diferenciales de crédito), en otras no indica más que ese
grupo sigue en con problemas. Así, no creemos que ahora mismo invertir en un
fondo europeo del sector financiero vaya a ofrecer una rentabilidad
espectacular, a pesar de lo deprimidas que estén las cotizaciones de los bancos
en los últimos años.
Pues
bien, comenzábamos diciendo que si no estaríamos ante el fin del efecto
retrovisor, porque nos encontramos con que, si analizamos los datos de Inverco,
en este primer semestre, no existe mucha relación entre la rentabilidad en lo
que va de año y las suscripciones o reembolsos netos por grupos de fondos. Así
grupos muy rentables, como renta variable norteamericana apenas registran
ingresos, o incluso pierden patrimonio, como renta variable internacional. Y
por el contrario, grupos con considerables aportaciones netas, como fondos
globales, renta fija a largo plazo o de inversión libre, tienen rentabilidades
medias por debajo del 1% o incluso significativamente negativas como el caso de
los fondos de gestión pasiva.
Entonces,
¿qué es lo que está pasando con el inversor español? ¿Está empezando a tomar
decisiones de inversión atendiendo a las expectativas de rentabilidad futura? ¿Se
está notando una mayor cultura financiera o un mayor y mejor asesoramiento
financiero al capitalista popular? Mucho nos tememos que no está pasando nada
de esto, y lo que subyace, una vez más, detrás de estos datos es la estrategia
comercial de los grupos bancarios.
Por
un lado se ha reducido en gran medida el patrimonio gestionado por los fondos
de inversión en España de la mano de los bancos, que han trasladado dinero en
fondos a depósitos porque necesitaban mejorar sus balances. Y por otro lado
porque han optado por traspasar parte del dinero en estos productos a fondos
garantizados, el auténtico grupo ganador de este semestre. Se trata de unos
activos que permiten tener el dinero “cautivo” durante varios años y que
resultan muy rentables para el sector bancario, con una importante comisión de
gestión, mientras que la gestión es totalmente pasiva.
Esperemos
que en el futuro, este análisis que se hace de la evolución del patrimonio de
los fondos de inversión en España pueda resultar más satisfactorio porque no sean
los grupos bancarios los que decidan como varía éste en función de sus
necesidades, sino que sean los propios partícipes los que incidan mediante sus
decisiones de inversión, bien por un aumento de la cultura financiera del país
o bien porque sea importante la figura del asesor financiero independiente, que
orienta al inversor en función de sus necesidades y no en función de las
necesidades de la empresa para la que trabaja.
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