Uno
de los activos más socorridos para los inversores más conservadores es la renta
fija, porque en principio asegura un cupón determinado durante la vida de la
inversión sin que exista riesgo de pérdida de valor. Sin embargo la renta fija
sí que tiene que hacer frente a una serie de amenazas de la que no siempre se
es consciente.
En primer lugar está el riesgo de crédito, o más fácil de
entender, que la empresa (o la entidad pública) a la que se le ha prestado el
dinero sea capaz de devolverlo. Existen empresas de “rating” o de calificación
crediticia que se dedican a evaluar las emisiones, poniéndoles una nota. Como
es normal, a peor nota, (más riesgo) más rendimiento habrá que pedir. La
calificación divide a las emisiones en dos grandes grupos, grado de inversión
(investment grade en inglés) y fuera de grado de inversión (non investment
grade). De las primeras no hay que tener mucho miedo en principio, de las
segundas, tampoco conviene asustarse, porque la inmensa mayoría de las
emisiones terminan devolviendo el nominal, pero sí que conviene seguir más de
cerca la inversión. Además, para ahorradores incautos, existen en español dos
formas para referirse a este segundo grupo de activos: “bonos de alta
rentabilidad” y “bonos basura”.
El segundo riesgo al que tenemos que hacer
frente es el riesgo de mercado o de tipos de interés. Una subida de los tipos
de interés hará menos atractiva nuestra inversión y consiguientemente
disminuirá su valor si quisiésemos venderla. En principio no va a afectar a
nuestra cartera si la mantenemos a vencimiento y no nos preocupamos de
valorarla, pero sí que podría perder dinero con ella si tuviésemos que venderla
en un momento determinado. Por último está el tema de la liquidez; esto es, que
si por el motivo que sea necesitamos vender nuestro activo encontremos un
comprador para él. Para evitar sustos, antes de realizar una compra en renta
fija conviene conocer el importe de la emisión, en qué mercados cotiza y si
existe creador de mercado. En principio para estar tranquilo es recomendable
comprar emisiones con más de 1.000 millones de euros y que se puedan liquidar
en los grandes mercados europeos de renta fija (CEDEL, Euroclear). Si la
emisión es menor de 400 millones de euros y solo cotiza en la AIAF (mercado español de
renta fija) podemos encontrarnos con desagradables sorpresas. No es el primer
caso que hemos conocido de bancos que colocan entre la clientela de sus
sucursales una emisión (del propio banco o de terceros) de un tamaño pequeño y
de la que no se llega a cruzar ninguna operación en el mercado durante la vida
de la emisión. En esos casos cuando alguien necesita deshacerse de dicha
emisión es la propia sucursal que la ha vendido quien se queda con ella, pero
pagando el 50% de lo que costó, o el 40%, o el 30%, o el 25%... Por tanto,
mucho cuidado con lo que se compra en renta fija, y si no se tienen las cosas
muy claras conviene consultar a un asesor independiente.
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