Muchas veces los inversores se
plantean qué es mejor destino para sus ahorros, si lo mejor es mantener la
inversión inicial prácticamente intacta o con un ligero incremento pero
confiados en que en ningún caso vamos a perder dinero, o si merece la pena
arriesgar nuestros ahorros con la esperanza de obtener una rentabilidad
elevada.
Esa decisión es particular de cada uno y debe ser tomada de acuerdo a
su aversión al riesgo, necesidades de liquidez y situación financiera. Sin
embargo a la hora de hablar de activos seguros no siempre las cosas parecen tan
fáciles como se pintan.
En primer lugar veamos el tema de los depósitos
bancarios. Históricamente se da por descontado que un banco devolverá al
cliente su aportación más los intereses pactados. Además, y dada la experiencia
habida en España, se han creado fondos de garantía de depósitos, en que las
propias entidades bancarias aportan recursos para que en el caso de la quiebra
de una entidad, dicho fondo se haga cargo de devolver el dinero a los
impositores. Por último existe un compromiso del Gobierno por asegurar
personalmente todas las aportaciones. Estas medidas parecen seguras en tiempos
normales, pero en las circunstancias en las que estamos viviendo no es
descabellado pensar que una entidad financiera quiebre o que otras entidades o
el Gobierno no puedan hacerse cargo de ella. En esta situación el dinero no
desaparecería, pero el inversor podría tardar cierto tiempo en recuperar sus
ahorros. Además de la incertidumbre que eso provoca nos encontraríamos con un
coste de oportunidad, porque no podríamos variar la inversión.
Otro punto que
parecía seguro era la deuda pública. Se decía que un Estado siempre paga, pero
ya hemos visto en el caso de Grecia, como los inversores han tenido que hacer
frente a una quita importante. Por tanto si ni los bancos ni los Gobiernos son
100% seguros, ¿dónde dirigirnos? La primera opción es apostar por los Gobiernos
que sí que ofrecen garantías. Hoy en día nadie pone en tela de juicio que
algunos países (Estados Unidos, Finlnadia, Noruega, Alemania) no van a tener
problema alguno en devolver su deuda pública en los próximos años. ¿Es esta una
inversión segura? Pues también tiene sus riesgos. No hay problema a la hora de
devolver el dinero, pero nos encontramos con una situación atípica. Por
ejemplo, en Alemania la rentabilidad del bono a diez años está por debajo del
1,70%. Eso quiere decir que durante diez años vamos a obtener, comprando ahora
una rentabilidad del 1,7% cada año si nos esperamos a vencimiento. Sin embargo
lo que está ocurriendo es que los inversores venden los bonos de países con
problemas (Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia, Bélgica, Francia…) y se
“refugia” comprando la de los países seguros. Esto hace que la rentabilidad
alemana sea tan baja y que exista una diferencia (prima de riesgo) con la de
otros países. Pero como hemos dicho antes, la situación es anormal, y más
pronto o más tarde las aguas volverán a su cauce, y la diferencia entre la
deuda alemana y la de otros países disminuirá y habrá una subida de tipos a
largo en Alemania, con lo que quien hoy invierta en deuda alemana se puede
encontrar en un espacio de tiempo corto que su inversión vale menos que cuando
compró, y eso que era 100% segura.
La moraleja que hay que sacar es que la
seguridad no siempre es tal, y lo que hay que hacer es buscar un buen binomio
rentabilidad riesgo.
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